Cuando contribuyes
con tu dinero al
sostenimiento de la Iglesia haces un donativo porque ejercitas una
acción positiva de donación y de generosidad.
Pero este hecho
también has de enfocarlo en la clave de aportación: tú pones un dinero
que has conseguido y que estaba en tus cuentas; pero lo pones para algo
que es tuyo, porque tú perteneces y quieres pertenecer a la Iglesia.
Tú eres Iglesia, quieres que exista la
Iglesia, y quieres que tenga los medios necesarios para el desarrollo
de su servicio en el mundo.
Y sabes que eso
puede ser verdad con tus medios económicos aportados con toda libertad,
pero con responsabilidad. Tu dinero, unido al de todos los demás que
forman contigo la comunidad eclesial, es imprescindible y debe ser el
medio principal, permanente y normalizado de sostenimiento del ser y
hacer de la Iglesia.
Aunque ese modo
permanente y normalizado dé una relevancia especial a las
suscripciones, está muy claro que algunos no son partidarios de esa
opción y que prefieren el camino de la aportación en forma de donativo
espontáneo tanto en cuanto al momento como a la cantidad.
Sin duda que cada
uno puede elegir la opción que desee para su aportación al
sostenimiento de la Iglesia; aunque eso tiene como inconveniente que
hace más difícil su funcionamiento económico corriente de cada mes, ya
que en un momento determinado, no hay ingresos suficientes y en otros
nadie sabe si los va a haber.
En este momento de
nuestra vida parroquial estas circunstancias son muy llamativas y ese
dato podría replantearnos hasta el hecho de no dejar siempre para final
de año nuestros donativos o aportaciones.
Nosotros somos la Iglesia,
Y NOSOTROS HEMOS DE FINANCIARLA
"SI
NOS UNIMOS, ¡LA HEMOS DE HACER!"